«Por un puñado de bolsas…»
Aprovechando estos días de cuarentena me he puesto a limpiar y ordenar: tal vez, nada distinto a aquello que pueden estar haciendo los demás. Este obligado confinamiento nos incita a «aprovechar» el tiempo: quizá, porque tenemos muy insertada en nuestra mente la frase «el tiempo es oro»; y puede que, por ello, queramos «consumirlo» alejándonos de la «molesta sensación» de «haberlo perdido». Fue ordenando y limpiando como encontré estas bolsas que he ido almacenando durante mucho tiempo, debido a todas esas cosas que hemos ido comprando. Por inercia tengo la costumbre de guardarlas: por aquello de «si algún día las necesitáramos». Bolsas que, como sujeto, me han inspirado esta reflexión.
Tras encontrarlas, decidí que ya era momento de deshacerme de éstas porque, en realidad, casi nunca las utilizamos y sólo ocupan espacio. Así que cuando me disponía a «crear espacio», tuve una idea: ¿por qué no realizar un bodegón con éstas que represente lo absurdo de todas esas actividades que muchas veces hacemos sólo por hacer?
Con este trabajo pretendo representar el consumismo voraz, delirante y disparatado en el que solemos caer una y otra vez. Un consumismo que nos lleva a adquirir un sinfín de objetos que, en la mayoría de casos, no necesitamos. No pretendo justificar este comportamiento, pero sí decir que el hecho de vivir en un sistema capitalista te induce y te crea la necesidad de tener esa camiseta, ese pantalón, esas bragas o esas bambas nuevas con las que, finalmente, vas a sentirte mejor. Por lo que siempre estamos comprando al ritmo frenético y enloquecido que nos marca. Un ritmo que no puedo evitar que me recuerde aquel legendario tambor que guiaba a los remeros esclavos durante las contiendas bélicas en la mar.
Por eso, este proyecto que pretende hacernos reflexionar en este instante de cuarentena, tiene su sentido.
Creo que es hora de pensar sobre todo lo que consumimos y preguntarnos el por qué de esta incesante necesidad. Es hora de cuestionarnos si, en realidad, lo hacemos sólo por llenar esos «vacíos» existenciales que, constantemente, nos atenazan. Vacíos que, paradójicamente, nos impulsan a querer poseer objetos superfluos, efímeros que nos aportan falsas expectativas que nunca nos harán alcanzar el clímax que anhelamos.
Estoy llegando a la conclusión que, tal vez, aquello que buscamos constante y externamente, esté dentro de nosotros mismos. Quizá no necesitemos más que pararnos, sentarnos y disfrutar de ese encuentro con un@ y con ese silencio que nos conecta con nuestras emociones y con la naturaleza que nos rodea. Una naturaleza de la que vivimos desconectados , perdiéndonos esos detalles ínfimos y sutiles que inyectan de vitalidad nuestra vida diaria. No obstante, para ver, sentir y comprender todos estas circunstancias esenciales tenemos que estar despiertos y vivos. A veces, tengo la sensación de que actuamos más como autómatas que como seres humanos.
En estos días, pienso que puede que el propio Universo haya dispuesto lo que nos ocurre como manera de enfrentarnos a nosotros mismos y a este sistema que todos sabemos que no funciona y que, en realidad, es inhumano. #yomequedoencasa
Photography & Art Direction by Indra ZabalaSpecial thanks to Esther Zabala Samier for the text